EL PODER DE LA PALABRA 2ª PARTE
Cuenta una anécdota que en cierta oportunidad salió de incognito Federico El Grande, Rey de Prusia a deambular en las afueras de Berlín, cuando tropezó con un hombre muy anciano. ¿Quién eres? Pregunto el monarca por simple curiosidad, cuando los dos se detuvieron. ¡Soy un rey! Contesto el anciano. “Un rey” ¿Sobre qué principado reinas? Sobre mi mismo fue la orgullosa respuesta. Yo me gobierno a mí mismo, porque me domino a mí mismo, soy mi propio súbdito.
Desde el punto de vista ontológico, antropológico y teológico la declaración que hace el anciano de la anécdota es válida, porque al ser imagen y semejanza del creador y al haber participado del bautismo, por antonomasia nos corresponde ese apelativo; rey ¡Soy un rey! Al ser Cristo Rey y Señor del universo, y habiendo sido obediente hasta la muerte y muerte de cruz, fue exaltado por el Padre quien le sometió todas las cosas. Cristo delego este poder a sus discípulos para que también ellos dispusieran de una libertad soberana para que dominaran y vencieran sobre el reino del pecado, de los vicios, de la maldad, de la ignorancia perniciosa, de todo lo que es alienante. Y; nosotros los discípulos del Señor de este tiempo presente, ejercemos esa realeza; pudiendo declarar al igual que el berlinés. ¡Soy un Rey!
¿Y sobre que reino reinas? ¡Sobre el reino de mi mismo! Debiera ser la declaración hecha al comienzo de cada día, por cada uno de nosotros con la ayuda de Aquel que nos da fuerzas (Filipenses 4,13). Gobernando sobre ese reino y reduciendo a su mínima expresión el miedo, la pereza, la postergación, el incumplimiento, el conformismo, la pesadumbre, el pesimismo, el autoritarismo, la mentira, la superficialidad, el engaño, el egocentrismo, la traición, las concupiscencias, la rutina, la depresión. Cuando esta ha anidado en nuestra mente, alma y corazón; a consecuencia de la muerte de un familiar cercano, la pérdida de un amigo, los amores fallidos, las enfermedades de cualquier tipo, la desesperanza y la presión que causan las actuales circunstancias desfavorables en materia política, economía y social; que todos los días agobian al guatemalteco. Que no nos permiten desarrollarnos y crecer como personas. Cuando las cosas salen mal, o cuando seguimos conduciendo nuestras vidas con retrovisor, viendo para atrás. Haciendo siempre una contemplación exhaustiva del pasado.
El pasado ya pasó, es cosa muerta, dejémoslo ahí, máxime si al recordarlo no nos edifica. No vivamos nunca de las glorias pasadas, ni estemos evocando, provocado y convocando ese tiempo ya ido. Máxime cuando el mismo lo vivimos de una manera disoluta y vacío. Para que no nos pase lo que le paso a la mujer de Lot, que por mirar y añorar lo que estaba atrás, se convirtió en una estatua de sal, según nos narra el libro del Génesis, capitulo 19, versículo 26. Por lo tanto, vivamos un buen presente para asegurarnos un mejor futuro.
¿Y sobre que reino reinas? Para reinar en ese reino de nosotros mismos, es sumamente importante tener en cuenta tanto nuestras afirmaciones como nuestras declaraciones; El Doctor Rafael Echeverría, autor del libro intitulado Ontología del Lenguaje, dice que “cuando declaramos generamos un mundo nuevo, pues después de haberse dicho lo que se dijo el mundo ya no es igual, ya que este fue transformado por el poder de la palabra”. La palabra tiene poder; por lo tanto, somos el fruto de nuestras afirmaciones y declaraciones y todas las personas que giran en torno nuestro, también son el fruto de esas afirmaciones y declaraciones; si decimos que alguien es torpe é inútil con insistencia, el tal lo creerá al grado, que haremos de su mundo un mundo inoperante. Por lo tanto que de nuestra boca solo salgan palabras edificantes, que bendigan, a fin de no poner a la vista las intenciones de nuestros corazones; lo que el hombre habla eso es él. Jesús lo dice de esta forma: “¡Raza de víboras! ¿Cómo podrán decir palabras buenas si son malos? El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro de bondad; el hombre malo saca cosas malas de su tesoro de maldad.” (Mateo, capítulo 12, versículos 34-35).
¿Qué palabras salen de nuestra boca? ¿Maldicientes? ¿Amenazadoras? ¿Falsas? ¿Murmuradoras? o palabras poderosas generadoras de diálogos, de nuevas realidades, de nuevos mundos, de mundos diferentes. Recordemos que con lo que hablamos revelamos nuestro corazón y es nuestra mejor carta de presentación, la palabra dicha y hecha.
Desde el punto de vista de una ontología del lenguaje, término acuñado por el Dr. Rafael Echeverría; tomemos de las Sagradas Escrituras, algunos ejemplos poderosos para crear nuevos mundos, en las gentes que se relacionan todos los días con nosotros:
“No juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida generosa, apretada, sacudida y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos.” (San Lucas 6, 37-38);
“Traten a los demás como quieren que los demás los traten.” (San Mateo 7,12);
“Amen a sus enemigos, traten bien a los que los odian; bendigan a los que los maldicen, recen por los que los injurian.” (San Lucas 6, 27-28);
“Si uno quiere vivir y pasar años felices, guarde su lengua del mal y sus labios de la falsedad” (1ª Pedro 3,10): Apartando la lengua mentirosa (Proverbios 6,17); evitando lenguaje deshonesto: “Lo mismo digo respecto de las obscenidades, de las estupideces y de las groserías, porque todas estas cosas están fuera de lugar” (Romanos 5,4); refrenando la lengua: “Si uno se tiene por religioso, pero no refrena la lengua, se engaña a sí mismo y su religiosidad es vacía.”(Santiago 1,26); No siendo apresurados para hablar: “Con todo, que cada uno sea veloz para escuchar, lento para hablar, y para enojarse.” (Santiago 1,19).
“No salga de sus bocas ninguna palabra ofensiva, sino solo palabras buenas que ayuden a crecer a quien lo necesita y agraden a quien las escuche.” (Efesios 4,29).
“Respuesta amable aplaca la ira, palabra hiriente aviva el enojo.
De la lengua de los sabios brota sabiduría, de la boca del necio, necedades.” (Proverbios 15,1-2).
“Que te agraden las palabras de mi boca, que te plazca el susurro de mi corazón, ¡Señor roca mía, Redentor mío! (Salmo 19,15).-
En cada uno de estos casos, la palabra pretende lograr un objetivo, porque el lenguaje es razonable y opera dentro de los parámetros éticos de un contexto. Es eficaz, regenera y transforma haciendo las cosas viejas nuevas; y esto es factible cuando intimamos la palabra hablada con Dios, cuando la conyugalizamos con El, para que la misma sea doblemente poderosa y para tener la debida autoridad, autoridad que siempre nos viene de lo alto; inclusive en las que son básicas e inherentes al ser humano. A fin de asentar su dignidad como persona y de estas declaraciones básicas difiere de los animales, quienes no son dueños de su voluntad, ni tienen libertad.
Dentro de las declaraciones básicas que todos los días estamos haciendo utilizamos la declaración de negación “NO” Que según dice el Dr. Echeverría “es una de las declaraciones más importantes que un individuo puede hacer porque a través de ella asienta su autonomía y su legitimidad como persona; sin embargo el precio de decir no muchas veces cuesta la vida, es alto y depende de cada uno pagarlo o no”. Si todos los políticos de nuestro país tuvieran la valentía de utilizar más a menudo esta declaración, habría menos dobletes debajo de la mesa, menos corrupción en el aparato estatal, menos enriquecimiento ilícito, menos nepotismo, estulticia, despotismo, permisividad, pusilanimidad, menos presos en las cárceles, enfermos en los hospitales y muertos en los cementerios. Menos persecuciones por delitos de lesa humanidad, en fin; otros mundos estaríamos creando con tan solo decir no en el momento oportuno.
En lo que respecta a la declaración de aceptación “SI” esta pareciera no ser tan poderosa como el no, sin embargo por decir siempre si sin razonarlo es que hay tantos males en el mundo, por un si materializamos las tentaciones y nos desviamos de nuestros objetivos, ya sean estos familiares, económicos, laborales, sociales o eclesiales; por lo tanto el “SI” y el “NO” son poderosos cuando los empleamos en el momento propicio con valentía. Al respecto Jesucristo nos dice en el Evangelio de San Mateo, capitulo 5 y versículo 37: “Que la palabra de ustedes sea si, si, no, no. Lo que se añada luego procede del maligno.”
¿De dónde pues procede todo lo que precede a un sí o a un no? Cuando ese si o ese no, es ambiguo. ¡Del maligno!
A partir de mis afirmaciones y declaraciones, de los binomios del ser y del hacer; de la congruencia entre el decir y el actuar, amalgamando fe y vida. Yo, soy rey ¿Y usted?
Escribió: José Luis Riveiro Fernández
Gerente de Agencia Cobán
Bibliografía:
Biblia de Jerusalén,
Ontología del Lenguaje, Dr. Rafael Echeverría