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30 abril 2013 2 30 /04 /abril /2013 17:04

 

     Dirigiéndome a un lugar de la Ciudad de Guatemala en una unidad del transporte público de pasajeros, me llamó la atención uno de los tantos vendedores que abordan esas unidades para ofrecer sus productos, en esta ocasión  un vendedor de panecillos que  después de opacar el murmullo  que se escuchaba en el interior con su plática de ventas  disertada a “todo pulmón” hizo que yo captara su atención; vi que al concluir la misma empezó a recorrer el bus de cabo a rabo  dejando sus productos a todos los pasajeros para inmediatamente después repetir  el mismo itinerario recogiendo ya sea el valor o el producto mismo. Esa segunda vuelta la hizo tarareando el salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace reposar, me conduce a fuentes tranquilas y recrea mis fuerzas”.

 

IMG-20130419-00819.jpg

 

Su plática de ventas, su vestimenta y su actitud eran adecuadas, llenas de emotividad y entusiasmo, su final apoteósico. Lo que me hizo preguntarme al percatarme que el producto de su venta fue muy poco. ¿Qué le hace a este hombre actuar así? Su trabajo dudo  sea rentable, trabaja en lo que los economistas llaman economía informal, lo que hace que su trabajo sea discutido y mirado por no pocas personas con arrogante desconfianza.

     Si tan solo tuviera la oportunidad de emplear su talento bajo otras circunstancias, en un trabajo de tiempo completo, en una carrera para toda la vida vinculada al crecimiento socioeconómico y desarrollo personal como lo es la carrera de agentes profesionales de seguros y   que dicho sea de paso  estuve proponiendo a más de cincuenta personas las últimas dos semanas previo a su selección, capacitación e integración a mi equipo de trabajo, otra sería su suerte.

     ¡Ah! me dije, con doce de estos me conformaría, tan solo doce que encomienden al Señor su camino al salir de sus casas previo  a ejecutar su trabajo, tan solo doce que tengan  la actitud y los  buenos hábitos, tan solo doce que respeten y crean en lo que hacen, tan solo doce que sean propositivos, proactivos y que trabajen en equipo, tan solo doce que se unan a mi ideal, clarificando con mesura los aspectos más visibles y valorables de nuestra actividad y tratando de reducir al mínimo el lenguaje burocrático gerencial para describir lo difícil sencillo y reconociendo tristemente que, algunos (no todos) de mis asociados padecen lo que los médicos llamarían “rígor mortis” permaneciendo callados, inertes, acomodados en su  zona de confort; lo que es motivo de discusión y que impresiona desfavorablemente.

     “Aunque camine por lúgubres cañadas, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu bastón me defienden. Preparas ante mí una mesa en presencia de mis enemigos. Me unges con perfume la cabeza, y mi copa rebosa”; canturreaba el vendedor de la camioneta encomendando al Dueño de todas las cosas su trabajo, el medio para alcanzar el fin de llevar comida a su mesa y para que su “copa rebose” abundantemente para el bien de todas aquellas personas que dependen de él y del fruto de su trabajo.

 

José Luis Riveiro Fernández

Santo Domingo de Cobán, 29 de Abril de 2013

 

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Comentarios

C
Pues ciertamente lo que dice es real, muchas veces creemos que somos onmipotentes y todopoderosos y que nada ni nadie existe superior a nosotros, inclusive renegamos a nuestro Creador, pero si tan<br /> solo una granito de fe nos invadiera, moveriamos el mundo entero en otra direccion y no solo montañas.
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